jueves, 6 de septiembre de 2012

En boca cerrada...

...no entran pollas.

Siento tener que empezar esta humilde entrada con tamaño exabrupto, pero (a mi entender) no da la situación para menos. Habiendo dejado pasar unos días de los varios flames que asolaron nuestro mundillo hace semanas (a mano escondida, que diran algunos) me apetece hacer una reflexión acerca de la IMPORTANCIA que nos damos los roleros a nosotros mismos y, lo que es todavía más triste, la importancia que nos dan las editoriales, grupos creativos y otros entes de similar cuño.

En  primer lugar quede claro que todos tenemos madres y abuelas (menos Bartman, vale) que nos dicen lo buenos, listos y bonitos que somos, pero la realidad puede ser una puta muy cara. Hacedme caso, todos los que poblamos este patio de colegio venido a más que es el mercado rolero español (el cual adoro, por cierto) no somos tan buenos ni tan listos ni tan bonitos, si no seguramente no estaríamos aquí. Palabra de frikazo al que le han publicado un libro (va por ti, mama!!!!).

En segundo lugar dejaré claro que mi intención mientras escribo estas lineas no es (solo faltaba) menospreciar la labor editorial (micro o macro), ni restar importancia a la afición como rasero sobre el cual vuelan las mejores iniciativas o sobre el que se estrellan aquellas no tan validas. Crom me libre.
Por otro lado no puedo dejar escapar un galo "Estos roleros están locos!!!" cada vez que veo las infulas que se dan algunos aficionados (o yo mismo, valga de ejemplo). Pero que mierda es esa de decirle a una editorial (grupo creativo, organización, secta, etc.) cómo ha de hacer su trabajo o, llegado el caso, criticarlo cuando apenas es un proyecto. ¿Estamos de coña?. Por supuesto que tenemos que demostrar nuestra inconformidad cómo afición ante aquello que nos disgusta, pero desde el respeto a que el objeto de mimo de cada uno (lease un juego, unas jornadas, étc.) es el objeto de mimo de cada uno.

¿Qué cómo se hace eso? Pues muy fácil, no compras (asistes, escuchas, descargas) lo que no te gusta y punto. Si antes decía que la realidad es una puta cara, no podéis ni imaginaros el dineral por el que se prostituyen los mercados. Los libros malos, más allá de que nos parezcan o no malos a nosotros cómo unidad de clientela, tendrán pesimas cifras de ventas. Los encuentros y jornadas con nombres poco afortunados (o mucho, según a quien preguntes) se veran faltos de afluencia. El mercado, incluso el mercado de lo gratuito, se autoregula con una fiereza inhumana.

Esto no quiere decir que no podamos gritar a los cuatro vientos lo poco o mucho que nos atrae una iniciativa, la debilidad de una encuadernación o lo enano, feo y cabrón que es el autor de un libro. Nos asiste ese derecho, que coño, cómo no vamos a usarlo. Yo hablo de otras licencias que nos tomamos en ocasiones, en particular la de dirigirnos de tu a tu al editor/escritor/organizador de turno para cantarle las 40 y mostrarle las graves deficiencias que hemos detectado (incluso sin leer) en su producto. Ahí señores es donde nos pasamos de listos. Los hay listos, muy listos y algunos se pasan de listos. ¿quienes somos nosotros para caer en tal desfachatez? La respuesta es sencilla: NADIE.

Si algo no os gusta, no lo compréis, criticadlo si es lo que os la pone dura, pero no caigáis en el pecado capital de creeros nadie para enmendarle la plana a ningún creativo acerca de la dirección que ha de tomar su criatura. En eso no.

En la otra cara de la moneda  tenemos al editor/creador/organizador de turno que da más importancia a lo que le dicen terceros (muchas veces ni siquiera una parte representativa del publico objetivo de su proyecto)  que al sueño y a las convicciones que le han llevado a dar un paso adelante, con la toalla (que no manta) enrollada a la cabeza -cómo todo buen frikazo-. Señores, a todos ustedes (donde también me incluyo) NOS dedico un tremendo facepalm:


Las opiniones, en muchos casos malintencionadas, en otros tendenciosas y en otros imprudentes o abiertamente hostiles, de la panda de frikis en la que estamos inmersos (cómo parte integrante de la misma, no diremos que no) han de ser valoradas en la justa medida. Como acabo de decir, unas tendrán el único propósito de destruir nuestro proyecto y otras, de puro "buenismo" (esta palabra es un homenaje abierto a Avatar) lo acabarán destruyendo de facto.

Antes de empezar ningún proyecto, el que sea, todo creador debiera trazar en el suelo una delgada linea roja que no ha de traspasar en ningún caso, por fuertes que sean las palmaditas en la espalda o por duros que sean los golpes en el pecho. Esa linea representa la esencia de nuestro proyecto, el alma que no hemos de vender a Satanas, ni siquiera a cambio de firmar por Muchimillones Entertainement INC. En el momento que pisemos, o que permitamos que otros pisoteen  ese espacio sagrado, nuestro retoño ya no será nuestro. Se convertirá en una especie de engendro endogámico, cruel parodia de lo que teníamos pensado alumbrar.

Esto, de nuevo, no quiere decir que no halla que hacer ni puto caso al potencial cliente, potencial asistente a nuestro evento o potencial manporrero que nos la vaya a menear en condiciones. No. Solo significa que, al igual que el cliente ha de ser consciente del tremendo poder que le asiste como parte del mercado de acogerá o masacrará un proyecto, el creador ha de ser muy consciente de las debilidades que asisten al cliente potencial como pieza unitaria.

La opinión de un pardillo con conexión de banda ancha que nos haga cambiar la ilustración de la portada por una más recatada puede hacer que 200 potenciales compradores pasen por una tienda ignorando tu libro por que esa guerrera vestida con coraza completa en lugar de un bikini de malla les llama muy poco la atención. Si tenemos en cuenta que los que nos movemos por este microcosmos internetero apenas somos la punta del iceberg de futuros clientes de un proyecto, modificar nuestros planes para que se adapte a las necesidades de esa minoría puede darle un nuevo sentido a la frase: "solo te voy a meter la puntita". Del iceberg, mal pensados.



Y con estoy doy por cerrada esta reflexión que espero que todos leáis cómo lo que pretende ser, sin sentiros menospreciados ni sobrepreciados, si no concienciados de que el mercado del rol no deja de ser un mercado más y de que forzándole a que adquiera determinadas características, poco propias de la mayoría de sectores productivos, no le estamos haciendo ningún bien.

Un abrazote y a seguir bien, sectarios.

P.D: Perdón por fallos ortográficos y otros, pero esta maravillosa entrada está escrita integramente desde mi smart(más que yo)phone.